lunes, 31 de enero de 2011

Muerte

Muerte


Muy lejos de cualquier lugar que tú y yo podríamos conocer, tiempo atrás, en lo más profundo de bosques y montañas, una niña esperaba en el camino mientras la lluvia mojaba su cuerpo y le calaba hasta los huesos. Era una niña de cabellera negra, largo hasta las rodillas, vestida con harapos hechos jirones, estando muy sucia. Un vendedor de hortalizas pasó por su lado y le pregunto:

-¿Qué hace una niña tan bonita como tú bajo ésta lluvia? Vamos, rápido, súbete a mi bicicleta que te llevo al pueblo.

La niña negó con la cabeza y el vendedor se marchó. Más tarde pasaría un agricultor:
-¿Qué hace una niña tan bonita como tú bajo esta lluvia? En serio muchacha, así vas a pillar un constipado. Vamos, ven conmigo al pueblo y te daré algo de alojamiento.

Pero la niña negó con la cabeza y el agricultor se marchó. Poco después pasaría una señora:
-¿Qué hace una niña tan bonita como tú bajo esta lluvia? Hay pequeña, que con esa ropa y lo que está cayendo puedes pillar algo horrible hasta que la Dama aparezca para llevarte. Pero la niña se negó.

Pasaría unas horas hasta que un carruaje llegó. Un carruaje de nobles, bien adornado con metales y oro y en su interior un señor bien arreglado, de sonrisa aduladora, de ojos brillantes; sin duda un don Juan desgraciado por los años pasados teniendo su rostro cubierto de arrugas. Noble de algún castillo de ese lugar.

-¿Qué hace una niña tan bonita como tú bajo esta lluvia? Venid, subid a mi carruaje y os llevaré a mi morada donde los mejores alimentos te daré, la ropa más bonita... y ante todo no te mojarás. La niña se subió sin rechistar al carruaje y se marcharon.

La lluvia no cesó, incluso el cielo se volvió mucho más negro sin haber llegado la noche y la niña llevada a la mansión del noble fue. Al gran salón fue llevada donde le esperaba un gran banquete con carnes, frutas y verduras, y refrescos de fruta, una delicia que muy pocos probarían en esos tiempos, pero la escuálida niña se negó a comer y el noble lo aceptó.

Luego llevada a su habitación fue la niña, donde le esperaba vestidos preciosos que hasta la más anciana se hubiese querido poner, pero la niña se negó a ponerse tan hermosos vestidos y el noble aceptó... siempre que pasara por la cocina. Y así la niña lo hizo.

Era una gran sala llena de azulejos desde el suelo hasta el techo, azul sucio por la sangre de animales allí ejecutados y el tiempo sin limpiarlo con la debida diligencia
Allí el noble desnudó a la fuerza a la pequeña que no hizo nada.

-¿Sabéis lo que os voy a pedir ahora? A vos mi pequeña niña -dijo comenzando a desvestirse pero la niña negó con su cabeza y el noble se enojó.

-¿Crees que ahora puedes elegir? Ya no puedes negarte ni aceptar, harás lo que yo te mande y diga, porque ahora eres mía maldita niña. Has negado la ayuda de ese verdulero, el del agricultor y el de esa señora, pero no te negaste a mi, y ahora debes pagar por ello.

-Negué para encontraros a vos, señor -dijo la niña y continuó-. En vuestra busca iba para demostraros que no siempre la gente es malvada. Negué los alimentos que pudo darme el verdulero, del hogar que pudo darme el agricultor, de las ropas que pudo darme esa señora. Y si acepté algo en vos era el de que me llevarais, pero me negué a comer y a ponerme la ropa.

-Pero no negasteis el entrar a mi mansión.

-Pero señor, ¿quien os dijo que acepté?

La mansión del noble comenzó a temblar, a desmoronarse sobre sus cabezas, cayendo los azulejos, dejando ver un azul inmenso que rodeaba el lugar.

-Mi señor muerte, mal marido, mal cónyuge de la Dama; si vine aquí era para demostraros que no todo el mundo es tan malvado, y dejaros ver que estabais equivocado, pues mi madre y mis hermanos aún pudieron vivir si no fuera usted el que les arrebató la vida sin que su señora le diera el beneplácito.

La mansión entonces acabó desmoronándose dejando entrar una radiante luz cegadora apagándose el grito desgarrador del Señor Muerte con Crueldad. Y ahí arriba, donde sólo debían existir unos azulejos azules sucios, estaba el azul del cielo, un cielo despejado de toda nube negra.

Estaba tapada en una manta, cerca de ella había alimentos, y se encontraba dentro de una pequeña cabaña improvisada. Fuera estaba el verdulero, el agricultor, la señora y otro hombre con el mismo aspecto que aquel noble. Era el médico del lugar, o así se hacía pasar ahora. Y acercose a la niña para decirle:

-¿Contenta por haberme enseñado una lección sucia niña mortal?

-Para nada señor, tengo frío, hambre, y debo seguir el camino de mi vida. Algo que es más duro a que la muerte me lleve de este mundo.

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