lunes, 7 de febrero de 2011

Ermitaño

ERMITAÑO



Allá lejos, más allá de las campiñas, entre montañas, había un bosque donde solitario vivía un hombre zarrapastroso, de vestimentas andrajosas y poco aseado. Las gentes pueblerinas que vivían cerca lo conocían y no le tenían mucho aprecio, con mucha razón por cierto. El Ermitaño lo llamaban con algo de atino, y es que aquel hombre no era un todo de cualidades para acercarse a la gente. A penas hablaba, casi siempre callado, casi siempre gruñendo o murmullando, y cuando se le ocurría decir algo era en busca de bronca o para imponerse ante resto.

No le gustaba los niños ni un ápice. Cada vez que se acercaban a él hacía el mismo ritual: golpeaba la vara que siempre llevaba encima tres veces contra el suelo, haciéndola crujir en el aire y gritaba: "Perros, sarnosos, pulgas y garrapatas" para terminar escupiendo en el suelo, y lo hacía con mucho gusto y regusto.
Aunque le gustaba las mujeres bellas, el siempre las consideraba a todas como fulanas. Una vez a la hija del mismísimo alcalde de uno de los pueblos cercanos a su hogar -una belleza sin parangón que pondría a más de un hombre a calenturas mil-, recibió tales piropos del hombre: “tú, fulana, perra, sucia ¿Cuánto me pides por acercar tus lindos labios al pobre pellejo de un viejo? Dinero tal vez no tendré, pero puedo asegurarte que por tus labios ahí consigo lo que haga falta”.
De los animales, pasaba de ellos y normalmente se sentían estos a gusto con él. Pero cuidado, si alguno se le ocurría molestarlo podría acabar en la cazuela. Sí, sí. Y lo demostró con un pobre perro que no dejaba de ladrar. Y claro, lo hacía justo a su lado, en el rincón de la plaza donde él siempre posaba su trasero. Él arto se lo llevó, pero por cortesía se lo devolvió a su dueño: "Que a fin de cuentas sois vos quien le alimentó y creo que sois vos quien debe alimentarse de él", le dijo al dueño con extraños embutidos entre los brazos

Por su forma de comportarse, era bastante odiado en los pueblos. Y él aparecía pocas veces. Muchos comenzaban a decir que era un ogro, un ogro que quería engañar a las personas. Pero todo lo contrario. Algunos sabían que ese cascarrabias sólo tomó un estilo de vida diferente al común de los mortales que no acababan de entender estos mortales, y que muchas veces recibía a gente en su pequeña cabaña, allá en los bosques, si era necesario. Y eso lo sabía bien una familia que se perdió en esos lugares.
Buscaban una de las aldeas tras perder su casa en una guerra allá lejos. Al ver la cabaña, algo desaliñada, tocaron a puerta: TOC TOC TOC. La puerta se abrió y aquel hombre zarrapastroso estaba tras ella. Sólo los miró, se quedó pensativo y los dejó entrar. Al día siguiente los guió a un poblado, sin abrir en ningún momento la boca, y se largo de la misma forma que lo hacía cada día a su casa, no sin antes dar su vuelta matutina por el poblado. Esa familia se lo agradeció, y cómo, yendo un día todos para arreglarle los desperfectos que tenía aquella cabaña mugrienta del viejo ermitaño. El hombre no dijo nada, sólo los dejó hacer para esa misma noche abrir la puerta y enseñarles el camino que no deberían retomar nunca más.

Otra vez encontró una flor marchita, arrancada. Él la cogió y se la llevó a casa. Allí la mimó, la cuidó de tal forma que seguro nadie se lo hubiera creído y la flor se recuperó al cabo del tiempo. Y así, sorprendentemente para los mortales incrédulos, apareció una pequeña mujer de la flor. Decía ser un hada, un hada de los bosques, y que por salvarla le concedería un deseo. El hombre sin inmutarse sólo fue hacia la puerta, la abrió y le enseñó el camino. Y así la hada, afligida se marchó.

Tiempo después apareció un Nadie. Sí, sí, no me equivoco, un NADIE. Ese nadie tocó la puerta y el la abrió y lo dejó entrar. Y Nadie se sentó en la silla. No preguntéis cómo era, pues un Nadie y no lo sé. El Nadie le pidió comida pero el hombre no se inmutó. Le señaló la cocina sin más. Y Nadie se fue a ella y se comió todo lo que pudo y más. Cuando salió era un Algo. Sí, sí, leéis bien: un ALGO. Una criatura pequeña, verde, rechoncha, un poco asqueroso pero con unos bonitos ojos. El Algo le dijo que por darle de comer le concedería un deseo. Y el hombre se levantó, abrió la puerta de la calle y le señaló el camino. El Algo se enfureció. Calumnió sobre él, le insultó, le escupió y le dijo que perdía su oportunidad. Y el hombre cogió su vara, golpeó tres veces al suelo diciendo “perros, sarnosos, pulgas y garrapatas” y escupió en el suelo. Y el Algo asustado, y mucho, se marchó como si de ello dependiera el pillar un buen aseo y no hacérselo encima.

Pasó tiempo. El extraño ermitaño pasó por una aldea y se comportó como siempre: si se acercaban niños hacia su rito, si veía a mujeres hermosas le preguntaba su precio, si un animal le molestaba mejor que corriera... Pero ese día se topó con una extraña joven. Muy bella, pero él sólo le preguntó el precio. Y viendo que no le contestaba se marchó a su hogar. Al día siguiente la misma muchacha le tocó la puerta, y él la dejó entrar. Y ella comenzó a arreglar la desordenada casa. Él no dijo nada. Y tanto, que con el no decir la muchacha al final se quedó durante dos años junto aquel hombre. Y ella se enamoró de él. Pero él, como siempre, pasaba y apenas hablaba.
-Decidme ¿os pasa algo en la voz? ¿Puedo ayudaros? -le preguntó la joven tras los dos años.
El hombre no contestó, masculló entre dientes.
- Sólo quiero ayudaros -le replicó.
El hombre cogió su vara y comenzó con su ritual “perros, sarnosos, pulgas y garrapatas” y acabó escupiendo en el suelo. La muchacha entonces le abrazó y el le preguntó su precio. La muchacha, creyendo que así iba ayudarle, le dijo la cantidad más baja que se le ocurrió.
El viejo ermitaño se rió a carcajadas.
- Jajajajajaja... ¿me ves cara de idiota para haceros algo así? –dijo con cierta seriedad.
-¿No es vuestro deseo tomarme? - preguntó ella.
- Decidme hada... hace mucho tiempo que os salvé. Mi deuda ha prescrito.
-Pero yo deseo hacer cumplir vuestros deseos, aquellos que no quiso que yo le concediera.
-Esa, esa amiga mía, es la cuestión. No estás aquí por mí, sino por ti. Y yo no quiero deseos- abrió la puerta de la calle y le señalo el camino.
-¿Por qué? -preguntó ella.
-Soy un loco, alguien que no esta cuerdo, que va en contra de lo normal en este mundo de los normales no normales en lo natural y lo que debía ser normal. Si lo aceptara iría a favor de lo normal... y entonces no cumpliría mi... promesa, por llamarlo de alguna manera.
-¿Promesa?
-La de conceder deseos sin ser una criatura mágica. Cumplir deseos a hombres o a los que conceden deseos.
>> Tu, amiga mía, ahora sólo deseas quedarte a mi lado, pero sabes qué, yo ya te lo he concedido. Ahora marcha al bosque, a donde perteneces y olvídate de mi.
Y el hada se fue... igual de afligida.

Pasarían años, y la hada volvió, con su aspecto humano y la cabaña no estaba. Pero había un joven que miraba el lugar con nostalgia.
-Al parecer el loco le dijo a ese niño que viniera en este tiempo. Pero el viejo está muerto -dijo el Nadie. Sí, el Nadie... no me pregunte que aspecto tiene, porque es NADIE. La hada se acercó al niño y le preguntó a que esperaba.
El niño respondió que esperaba a una pequeña hada que le concedería con gusto un deseo. Y el hada, muy feliz le dijo que ella podía hacerlo. El niño pues le pidió una rebanada de pan con algo de jamón serrano del bueno, y una copilla de vino. El hada un poco desilusionada por el deseo tan superfluo le dio lo que pedía. Alimentos que el chico dejó al suelo gritando: Nadie, Nadie, aquí tenéis vuestra comida. Y el Nadie se lo comió, siendo en ALGO.
El Algo pues le dijo que le concedería un deseo. Él pidió una vara, una simple y mundana vara. Y el Algo desilusionado, por lo banal del deseo, se lo dio.
-Perros, sarnosos, pulgas y garrapatas -gritó el niño dando varazos contra el suelo y terminando escupiendo.
>> Jajajajaja... mil deseos concedí y a la Dama Muerte volví vencer en esta nueva partida de póker, y una nueva vida me dio tal y como me prometió. Pero no, no os creáis que esto es por un bien, no. Mil veces viviré, hasta que una vez por todas demuestre al mundo que son lo pequeños actos los que pueden conseguir los grandes deseos de la gente. Si bien no sé si algún día lo conseguiré.

Dicen que en algún lugar está ese chalado, con su vara, burlándose de la sociedad de los hombres y el de las criaturas que habitan los bosques haciendo pequeños actos que de un gran valor era para aquellos que los recibía.

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lunes, 31 de enero de 2011

Muerte

Muerte


Muy lejos de cualquier lugar que tú y yo podríamos conocer, tiempo atrás, en lo más profundo de bosques y montañas, una niña esperaba en el camino mientras la lluvia mojaba su cuerpo y le calaba hasta los huesos. Era una niña de cabellera negra, largo hasta las rodillas, vestida con harapos hechos jirones, estando muy sucia. Un vendedor de hortalizas pasó por su lado y le pregunto:

-¿Qué hace una niña tan bonita como tú bajo ésta lluvia? Vamos, rápido, súbete a mi bicicleta que te llevo al pueblo.

La niña negó con la cabeza y el vendedor se marchó. Más tarde pasaría un agricultor:
-¿Qué hace una niña tan bonita como tú bajo esta lluvia? En serio muchacha, así vas a pillar un constipado. Vamos, ven conmigo al pueblo y te daré algo de alojamiento.

Pero la niña negó con la cabeza y el agricultor se marchó. Poco después pasaría una señora:
-¿Qué hace una niña tan bonita como tú bajo esta lluvia? Hay pequeña, que con esa ropa y lo que está cayendo puedes pillar algo horrible hasta que la Dama aparezca para llevarte. Pero la niña se negó.

Pasaría unas horas hasta que un carruaje llegó. Un carruaje de nobles, bien adornado con metales y oro y en su interior un señor bien arreglado, de sonrisa aduladora, de ojos brillantes; sin duda un don Juan desgraciado por los años pasados teniendo su rostro cubierto de arrugas. Noble de algún castillo de ese lugar.

-¿Qué hace una niña tan bonita como tú bajo esta lluvia? Venid, subid a mi carruaje y os llevaré a mi morada donde los mejores alimentos te daré, la ropa más bonita... y ante todo no te mojarás. La niña se subió sin rechistar al carruaje y se marcharon.

La lluvia no cesó, incluso el cielo se volvió mucho más negro sin haber llegado la noche y la niña llevada a la mansión del noble fue. Al gran salón fue llevada donde le esperaba un gran banquete con carnes, frutas y verduras, y refrescos de fruta, una delicia que muy pocos probarían en esos tiempos, pero la escuálida niña se negó a comer y el noble lo aceptó.

Luego llevada a su habitación fue la niña, donde le esperaba vestidos preciosos que hasta la más anciana se hubiese querido poner, pero la niña se negó a ponerse tan hermosos vestidos y el noble aceptó... siempre que pasara por la cocina. Y así la niña lo hizo.

Era una gran sala llena de azulejos desde el suelo hasta el techo, azul sucio por la sangre de animales allí ejecutados y el tiempo sin limpiarlo con la debida diligencia
Allí el noble desnudó a la fuerza a la pequeña que no hizo nada.

-¿Sabéis lo que os voy a pedir ahora? A vos mi pequeña niña -dijo comenzando a desvestirse pero la niña negó con su cabeza y el noble se enojó.

-¿Crees que ahora puedes elegir? Ya no puedes negarte ni aceptar, harás lo que yo te mande y diga, porque ahora eres mía maldita niña. Has negado la ayuda de ese verdulero, el del agricultor y el de esa señora, pero no te negaste a mi, y ahora debes pagar por ello.

-Negué para encontraros a vos, señor -dijo la niña y continuó-. En vuestra busca iba para demostraros que no siempre la gente es malvada. Negué los alimentos que pudo darme el verdulero, del hogar que pudo darme el agricultor, de las ropas que pudo darme esa señora. Y si acepté algo en vos era el de que me llevarais, pero me negué a comer y a ponerme la ropa.

-Pero no negasteis el entrar a mi mansión.

-Pero señor, ¿quien os dijo que acepté?

La mansión del noble comenzó a temblar, a desmoronarse sobre sus cabezas, cayendo los azulejos, dejando ver un azul inmenso que rodeaba el lugar.

-Mi señor muerte, mal marido, mal cónyuge de la Dama; si vine aquí era para demostraros que no todo el mundo es tan malvado, y dejaros ver que estabais equivocado, pues mi madre y mis hermanos aún pudieron vivir si no fuera usted el que les arrebató la vida sin que su señora le diera el beneplácito.

La mansión entonces acabó desmoronándose dejando entrar una radiante luz cegadora apagándose el grito desgarrador del Señor Muerte con Crueldad. Y ahí arriba, donde sólo debían existir unos azulejos azules sucios, estaba el azul del cielo, un cielo despejado de toda nube negra.

Estaba tapada en una manta, cerca de ella había alimentos, y se encontraba dentro de una pequeña cabaña improvisada. Fuera estaba el verdulero, el agricultor, la señora y otro hombre con el mismo aspecto que aquel noble. Era el médico del lugar, o así se hacía pasar ahora. Y acercose a la niña para decirle:

-¿Contenta por haberme enseñado una lección sucia niña mortal?

-Para nada señor, tengo frío, hambre, y debo seguir el camino de mi vida. Algo que es más duro a que la muerte me lleve de este mundo.

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lunes, 24 de enero de 2011

Oralkos


Oralkos


Era un mundo mágico, extraño, donde la raza de los hombres cuando nacían se les incrustaba en su piel una piedra de Alma, piedras que aparecieron de las lágrimas de Uthûriel cuando vio morir a su hijo Artamios, árbol que dio vida a todo bosque existente en este mundo.

Las Almas otorgaban a su huésped las armaduras, las corazas, que eran perfectas para cada individuo. Algunos tenían corazas livianas, otras duras como rocas, algunos sólo les cubrían alguna parte de su cuerpo. Todo ser humano debía de llevar una coraza en este mundo, pero no os creáis que era tan sencilla la situación. Esas corazas no debían ser impenetrables, debían al menos dejar pasar a una persona para que estas acabaran abriéndose y dejaran ver su ser vulnerable. Y eso sólo el amor lo conseguía, sólo el amor podía poco a poco hacer una grieta en las corazas de la gente. Si no lo hacían les pasaría como Oralkos, la GRAN CORAZA.


Dicen que Oralkos tenía una coraza de más de cuatro metros de altura que le cubría el cuerpo entero, imbuido de magia difícil de imaginar en los tiempos más cercanos. Viajaba por el mundo mostrando su gran armadura, a veces destruyendo ciudades aunque no fuera su intención. Y cada vez que se paraba para preguntar a alguien, era raro aquel que no le temiera, y los que no intentaban usarlo; pero Oralkos no era idiota y a esos los aplastaba con su enorme mano, aunque su intención sólo fuera asustarles un poco.

Así era Oralkos el Terrible, el de la gran coraza, que una vez alguien logró romper a base de cañonazos pero se topó con la sorpresa de que otra debajo aguardaba.


Triste viajaba, siempre solitario, sin esperar a nadie pero sí el encontrar a esa persona que en su coraza se metiera. Mirad que suerte que una vez se topó con una extraña muchacha que muy interesada en él estaba. Hablaron, hablaron, hablaron por mucho tiempo. Cantaron, rieron, conversaron, jugaron, comieron, bebieron… y sin darse cuenta Oralkos, la extraña mujer de dura coraza pero simple y que le había encandilado, empezó a abrir un agujero donde poco a poco se iba introduciendo para llegar al interior de él, de aquel hombre que le interesaba. Oralkos en un principio se ilusionó, por fin alguien lograba hacer mella en su corza. Pero no todo era pura felicidad.

Dos años pasaron y cien corazas la muchacha carcomió, y aún así a ningún lado llegó. Cansada, hastiada, loca se volvió y cuando la salida quiso buscar atrapada en aquel lugar se quedó y por desgracia para Oralkos: murió.


Oralkos enfureció al perder a su amada, aunque sabía que en esencia con él estaba. Destruyó ciudades mil, montañas tiró abajo, bosques enteros aplastó e incluso mares y océanos llegaron a ser punto de su ira. Oh, ira. Sí, la ira lo llevó a que el resto de los suyos más de él se alejaran y que sus corazas, las que Oralkos portaba, más fuertes se volvieran.

En las costas de los fríos mares del norte, Oralkos decidió esperar para meditar y seguir llorando a su amada… mientras el salitre se ocupaba de oxidar su coraza. Fue allí donde encontró a un comedor de corazas, una criatura que una vez lograba eliminar la coraza de sus víctimas, devoraba sin pudor su carne y huesos. Y Oralkos le pidió, le rogó, que carcomiera su coraza y le devorara a él, pues ningún sentido para él la vida tenía.

La criatura oscura y encorvada, deforme, con grandes dientes que brillaban como perlas, rió a carcajadas, saltándosele las lágrimas.

-¿Estás loco? –decía burlón- Nadie es lo bastante estúpido para intentar devorar a un hombre con coraza de cebolla como tú. Capas, capas encontrarás, como una cebolla sin más, demostrando así el miedo que le tienes a este mundo y a los tuyos, demostrando cuando mueren aquellos que algo de amor te han procesado, y que en tu interior se han aventurado, que en realidad incluso a ellos temes. Jajajajaja… Idiota, miedica, no seré tan estúpido para quedarme muerto en el intento de devorarte, no estoy tan desesperado.

Oralkos creyó que mucha razón tenía aquel ser deforme y oscuro que durante uno segundos le conocía mejor que él mismo, marchándose el ser sin más. Él se quedó allí, en la orilla, donde las olas del mar del norte golpeaban contra su coraza, donde la brisa marina y el salitre oxidaban la armadura más y más. Así pasaron muchos años.


La hierba cubrió la coraza de un Oralkos que quedó vacío. Tal vez pensó que mejor era ser sólo una coraza sin vida que seguir en aquel mundo sólo y con miedos. Los animales comenzaron a vivir en él, algunos seres le acompañaban en silencio creyéndole muerto. Así pasaron miles de años más.

El ser humano dejó sus corazas y las piedras Alma se convirtieron en entes etéreos que formaban parte de éste. Comenzó a vivir libre de las corazas, o al menos libre de unas corazas físicas, aunque aún seguían creándoselas sin darse cuenta.
Los niños jugaban cerca de Oralkos que ya parecía más un pequeño monte recubierto de un verde hermoso hierba donde el mar vasto y azul le acariciaba como una madre acaricia a su hijo, y el cielo le vigilaba, ya fuera el cielo azul con blancas nubes, el cielo gris o el negro con miles de estrellas y su ojo casi siempre presente, la Luna.


Rubi no era una niña que destacara excepto por su vitalidad y testarudez. Algo normal entre niños de su edad, tan joven. Y un día encontró un hueco en ese extraño monte de la playa del mar del norte. Así que decidió escudriñas y cuando llegó al fin del camino decidió golpear con fuerza y diose cuenta que el extraño metal que allí había se derrumbaba. Así, día tras día, cada vez que podía, la pequeña Rubi estuvo durante años escarbando esa coraza. Daba igual cuan adulta era, cuando tenía un problema, cuando estaba alegre, ella seguía escarbando en la coraza de Oralkos sin saber qué era o quién era. Y así estuvo durante 28 años.
Cuando cumplió los 35 años consiguió llegar hasta donde había un joven hombre encorvado, tiritando. Con rapidez lo sacó. No era una belleza de hombre, pero a Rubi le entró una extraña nostalgia, y se sintió bien cuando lo encontró. Así lo cuidó en su casa durante un tiempo, junto a sus maridos e hijos.

Un día el joven hombre despertó y sólo observo a los habitantes de esa casa, sin coraza alguna. Y sonrió levemente. Al marido de Rubi le deseó suerte y le habló de la envidia que sentía. A los hijos de Rubi los besó y les contó un cuento. A ella, a Rubi, sólo le dio las gracias por burlarse del monstruo oscuro y deforme devora corazas. Y cada vez que eso hacía la edad se apoderaba de él.

La noche de ese día llegó, y Oralkos se acercó a su armadura. Pidió a la familia de Rubi que le quitara la máximo de hierba que pudieran, y así lo hicieron dejando ver que la extraña montaña era la Gran Coraza de Oralkos. Cuando el viejo lo miró fijamente la coraza se movió bruscamente debido al óxido y el tiempo, tal vez intentando encontrar a su alma perdida, temeroso, lleno de miedos y confusiones. Y con un traspiés la coraza sobre Oralkos cayó, y nada más se supo de él, y su coraza con los años desapareció.

-Miedo tenía de conocer a mi verdadera amada, miedo tenía de que daño me hiciera, miedo a la muerte tenía y a la vida. Ahora, gracias a ti, mi pequeña Rubi, he descubierto que no vale de nada temer si no se arriesga un poco. Gracias mi pequeña coraza que murió en mi corazón, que pese tras la desesperación volviste a encontrarme tras más de mil años y decidiste hacerme ver que nada debía temer –fueron las últimas palabras de Oralko a Rubi antes de morir.

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sábado, 22 de enero de 2011

La Muchacha con Caperuza Roja

La Muchacha con Caperuza Roja

Una ilustración de Gustave Doré para Caperucita Roja de Perrault.



Érase que se era, en un lugar lejano, allá en los bosques en tiempos del rey que rabió, una mujer casi siempre enferma embarazada se encontraba por culpa de un cazador que la poseyó sin consentimiento alguno. Preocupada de que la enfermedad le matara a ella y a su bebé en el momento del embarazo, suplicó al bosque por si algo podía hacer. Entonces un lobo apareció de entre los árboles y le dijo:

-Ve, ve al fondo del desván y saca la vieja armadura oxidada que por siempre fue guardada por tus antepasados. En mitad de la lluvia dale un beso y ruégale que mantenga en su vientre y de a luz a tu bebé no nato. Si acepta tal petición, desaparecerá junto con tu bebé y en lo más profundo del bosque se ocultará. No podrás buscar a tu nacido, no podrás pedirle más al bosque, pues éste lo protegerá hasta el fin de sus días y te la entregará cuando llegue su día.

-¡¿Y viviré?! ¡¿Y vivirá?!

-Posiblemente. Mis palabras tienen un precio. Devoraré su inocencia y antes la mancillaré de la forma más cruenta si no cumplís con lo pactado.

-¡Pero eso es terrible!

-Tan terrible dependiendo de tus decisiones y de tu no nato. Ningún contacto en tierras de los tuyos tendrás si a tu hija quieres volver a ver hasta que se reúna contigo. Y sobre ella, si devorada su inocencia mancillada no quiere sentir, más le vale el no acercarse a ti si no has cumplido tu parte.

Diciéndole eso, el lobo desapareció en el bosque y la mujer quedó pensativa pues el precio era muy alto. Pero temiendo por la vida de ambas, un día de fina lluvia decidiose sacar la vieja armadura oxidada que perteneciese antes a sus antepasados, le metió en su interior algunas ropas de cuando ella era una muchacha y una caperuza roja, para así luego besarla y pedirle con todas sus fuerzas que de su bebé cuidara. A lo que una voz contestó:

-Y así se hará y el pacto deberás recordar.

Y desapareció entre luces dejando en su lugar bonitas flores. La mujer se sintió mejor, como si su enfermedad desapareciese, y por vez primera pensó en sí, fue egoísta, y aún pensando en el mal que podría hacer a su bebé por lo pactado con el lobo, se marchó al poblado más cercano y a la capital para ver si así encontraba un buen hombre que pudiera hacer de su marido, de un buen marido, y la amara y gozara para así olvidar del mal hombre que la embarazó. Así la mujer incumplió su parte del pacto.

Tres meses después, en lo más profundo del bosque, nació una niña de dentro de una armadura oxidada.

-¡Oh! Que desgraciada soy. No tengo madre, no tengo padre… que sola me encuentro acá perdida en algún lugar de los bosques –se lamentaba la niña cuando ya tenía una mínima edad para hablar.

Ante el desconsuelo de la niña, una voz que provenía del bosque le dijo:

-Mi pobre niña, no llores, no lamentes no ver ahora a tu madre. Si así aún deseas ver a tu madre, limpia el óxido de la armadura de donde has nacido y podrás conocerla.

Y así la niña lo hizo. Durante años la muchacha limpió sin parar el óxido de la armadura de la cual salió, volviéndose una niña muy hermosa, aferrándose al encuentro con su madre. Cuando la armadura reluciente quedó, ésta se movió y le dijo:

-Gracias mi niña por limpiarme y dejarme reluciente. Es por eso que como se te prometió te diré donde espera tu madre. Primero vístete, no puedes visitar así a tu madre, vístete con estas prendas y esta caperuza roja –dijo sacándolas de su interior- para luego andar hacia el norte, hacia el sur, hacia el este y hacia el oeste, cruzando las llanuras y valles, los ríos y afluentes, cruzando el oscuro bosque. Pero mi niña, ten cuidado, el camino por seguro que parezca no lo es. Y ya que a tu madre vas a visitar llévale una hogaza de pan al menos, que seguro te lo agradecerá. Y que sepas, que sepas que el bosque como su hija te siente y que aquí podrás vivir hasta el tiempo que desees o el bosque muera.

La niña agradecida y muy contenta se vistió con rapidez, dando saltos de alegría. Amasó el pan, lo coció y en un cestito lo llevó tapado una vez hecho. Y partió despidiéndose de la armadura con la que tanto tiempo convivió y de la cual nació. Fue al norte, al sur, al este y al oeste, pasando por llanuras y valles, por ríos y afluentes, cruzando el oscuro bosque, y fue allí donde el lobo se le acercó en una bifurcación:





-Dime preciosa niña con caperuza roja ¿A dónde vas tan contenta cruzando éste bosque?

-A casa de mi madre, de mi querida y amada madre, a conocerla por vez primera, y conmigo le llevo una hogaza de pan como presente.

-Entiendo. Te veo muy contenta ¿Pero estás segura que es eso lo que quieres? Podría ser peligroso un viaje así para una niña.

-Sí, es lo que más quiero, es lo que más deseo, conocer a mí amada madre, poder abrazarla, besarla, contarle de mí y saber de ella.

-Comprendo –dijo el lobo desilusionado- Y dime ¿Qué camino vas a tomar niña, el camino de las agujas o el de los alfileres?

-Pues no estoy muy segura. Creo que tomaré el de los alfileres –contestó la niña de caperuza roja.

-Pues que así sea preciosa niña, toma el camino de los alfileres y ve a ver a vuestra querida madre –dijo el lobo.

Así, una vez que la niña tomó el camino de los alfileres, el lobo tomó con apremio el camino de las agujas hasta llegar a casa de la madre de la niña con caperuza mientras ésta se distrajo recogiendo alfileres. El lobo tocó a la puerta: Toc-Toc-Toc

-¿Quién va? –preguntó la mujer que en cama estaba de nuevo por su extraña enfermedad, lugar donde le obligaba estar postrada en casi la totalidad de su vida.

-Soy vuestra hija, vuestra amada hija desconocida que nació de una armadura en lo más profundo del bosque que ha venido a conoceros a vos con un presente.

La mujer se quedó sorprendida, no esperaba que eso ocurriera, que al final el bosque le devolviera a su hija. Quedando un rato pensativa, algo emocionada y a la vez asustada, dijo:

-Tira del cordel y se abrirá el cancel.

Y así lo hizo el lobo, que despacio se acercó a la cama de la buena mujer hasta donde ella pudiera verle.

-¿Y mi hija? ¿Acaso sois vos mi hija o habéis venido para devorarla en cuanto a mi se acerque?

-Se equivoca. He querido daros una nueva oportunidad en lo que a vuestras vidas se refieren. Podrías haberme dicho que no, que no entrara, a tu hija. Podrías haberla espantado, pero no, has decidido que te viera aunque eso significara devorar su inocencia mancillada.

-¿Y qué haréis?

-Comeros, machacar tu carne y tus huesos, beberme tu sangre… utilizaros para mancillar a vuestra hija y darle una última oportunidad antes de comérmela –dijo el lobo furioso.

-Sólo quería verla antes de que la Dama me lleve con ella, pues poco me queda en este mundo… mi egoísmo a esto me lleva y ahora pende también la vida de mi querida niña no conocida, que sola creció en el bosque.

-No, sola no nació, pero eso tampoco es de mi comprensión ahora –y el lobo la devoró.

Dejó algo de carne que colocó en la despensa, y algo de sangre en una vasija en un estante próximo a la chimenea con buena lumbre prendida. Por último, tomó la ropa de cama de la mujer y esperó paciente en el lecho. La muchacha de caperuza roja llegó al poco tiempo y viendo unas bonitas flores que crecían en medio del claro delante de la casita de su madre, las cogió para así regalárselas. La muchacha tocó a la puerta: Toc-Toc.

-¿Quién va? –preguntó el lobo simulando la voz de la mujer dándole un áspero tono.

-Soy su hija, su amada hija, a la cual no conocéis pues nací allá en los bosques dentro de una armadura oxidada. Y aquí os vengo con un pequeño y pobre presente que espero sea suficiente y de vuestro agrado –dijo la joven.

-¡Oh! Mi pobre niña. Pero qué sola te habrás sentido. Ven, entra, tira del cordel y se abrirá el cancel –le respondió el lobo.

Así lo hizo la joven de caperuza roja que se acercó a la cama donde el lobo disfrazado se escondía y el cual le explicó de su enfermedad. A su lado las flores dejó la muchacha con caperuza roja.



-Pero no te preocupes mi preciosa, mi vida. Mi pobre niña, te veo algo delgada. Escucha bien, ve a la despensa donde hay un poco de carne y cómetela sin compromiso alguno, usa ese rico pan que me traes. Me sentiré muy agraciada si lo haces.

Y así la niña alegre lo hizo. Cogió la carne de la despensa y la pasó por un momento por las llamas de la chimenea y se la comió poco hecha con un poco de pan. Un pajarillo apareció y le dijo:

-¡Pero qué haces niña! ¿No ves que te estás comiendo a tu madre? ¡Te estás comiendo la carne que es tu madre!

-Mamá, un pajarillo me ha dicho que me estoy comiendo tu carne –dijo algo incrédula la pobre niña.

-No te preocupes mi preciosa, es envidia la que tienen por encontrar a tu amada madre. Ve al estante cerca de la chimenea y bebe del vino que hay en ese jarrón, seguro que te sentirá bien para no atragantarte –dijo el lobo en su papel y la niña de caperuza roja así lo hizo.

Mientras seguía comiendo y bebía, un gato que por allí pasaba dijo:

-¡Que puerca! ¡Se come la carne de su madre y se bebe su sangre!

-Mamá, un gato me ha dicho que me estoy bebiendo tu sangre –dijo nuevamente incrédula la niña empachada.

-No te preocupes mi preciosa, es la envidia que te tienen porque ellos no tienen a una madre que los quiera y cuide, y tu sí. Ven mi querida niña con caperuza roja, desnúdate, enseña tu belleza a tu madre y acuéstate con ella. Acurrúcate a mi lado mi niña.

-¿Y donde puedo poner la caperuza y el resto de mi ropa?

-Tíralas al fuego mi niña, ya no las necesitarás más, te lo prometo –le contestó el lobo.

Así la joven con caperuza roja se deshizo de su ropa y la echó en el fuego de la chimenea donde arderían. Y desnuda, con su cuerpecito blanco, se acercó a su madre, se metió entre las sábanas y junto a ella se acurrucó.


- Ay, mi querida madre, ¡qué peluda eres!

- Así no paso frío, mi niña.

- Ay, mi querida madre, ¡qué uñas tan largas tienes!

- Así me rasco mejor, mi niña.

- Ay, mi querida madre, ¡qué hombros tan anchos tienes!

- Así puedo cargar la leña para el fuego, mi niña.

- Ay, mi querida madre, ¡qué orejas tan grandes tienes!

- Así te oigo mejor, mi niña.

- Ay, mi amada madre, ¡qué agujeros de la nariz tan grandes tienes!

- Así aspiro mejor el aroma de mi tabaco, mi niña.

- Ay, madre, ¡qué boca tan grande tienes… y que dientes!

- Es para comerte mejor, mi niña.

- ¡Oh mi querida… mi amada madre, me he puesto mala¡ Déjame salir, no aguantaré.

- Mejor háztelo en la cama, mi niña, pues ya no tienes salvación alguna. Devorarte debo con tu inocencia recién mancillada al comerte la carne de tu madre y su sangre beberte –dijo el lobo sobre ella mostrando quién era-. Lo siento mi niña, hice todo lo que pude para que esto no pasara.

Y entonces el lobo se comió a la muchacha con caperuza roja.



Al poco tiempo un hombre con un niño y una niña menores que la muchacha entraron viendo el sangriento y cruento lugar, con el lobo triste embadurnado en sangre. Era el esposo de aquella mujer y sus dos hijos, hermanos de la muchacha de caperuza roja, que nada del pacto sabían. El lobo antes de partir dijo:

-Si bien su petición de salvar a su hija fue verdadera, el teneros a vosotros con premura ante el miedo de morir sola por su enfermedad fue lo que la llevó a romper el pacto. No la culpo, era algo evidente y por eso me propuse cuidar de la niña. Yo la mantuve caliente en aquella coraza sin magia alguna. Yo esperanza le di para que viviera cómoda en el bosque y se diese cuenta que allí alguien la amaba. E incluso le insuflé vida a la armadura cuando la limpió del óxido, cosa que admito no esperé que lo hiciera. Y aunque he intentado que ella volviera a mi lado, ahora madre e hija vuelven a estar juntas, en mi interior, junto a los espíritus del bosque. Por mucho que trate ser lo que no soy, nunca dejaré de ser lo que soy: un lobo que machaca huesos, mastica carne, bebe sangre…

>>Yo, simplemente, no quería estar sólo –dijo el lobo marchándose del lugar, dejando al destrozado marido con sus dos hijos.

De entre tanta sangre unas flores refulgentes llamaron la atención de los niños que replantaron justo delante de la puerta donde ya nadie más entraría, donde su madre y hermana no conocida perdieron sus vidas por egoísmos propios y el de un ser solitario que simplemente pudo optar por no ejecutar lo pactado.




Basado en los cuentos populares
y las distintas versiones de
Caperucita Roja.

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Aplasta Caparazones [Completo]




Aplasta Caparazones.


1.



Era en esa tarde del lunes cuando la pequeña María pisó un caracol que ella ningún daño le quería y deseaba. Así que con miedo y pena le lloró a la criatura durante un buen rato, sabiendo que a sus familiares –los del pobre caracol- pena les daría. Y su madre y familia consolarla era lo que querían hacer, pues simplemente era un caracol, y sin deseos ni malas artes daño quiso hacerle a la pobre babosa. Y lo consiguieron después de mucho tiempo... Pero de nada sabían que tal caracol del bosque mágico era, allá, al este, al norte, al sur y al oeste, pasando los ríos, lagos y arroyos, donde el Gran Árbol vigilaba a sus hijos, el resto de árboles y plantas, donde las hadas vivían, las musas bailaban escapándose de sus carcelarios “inspiradores” y donde el Viejo del Bosque, mago del lugar, habitaba... donde el Gran Árbol ocultaba a su creador, protector de los bosques, destructor de la vida: el Ogro Orgathur. Y la verdad, la niñita y su familia aún menos sabían que algo extraordinario en esa semana les iba a ocurrir.


Esa misma noche, Susana, madre de la pequeña, ya en su cama se encontraba bien tapada con sábanas y mantas. La noche era fría pero no tanta como para encender calefactores. Allí en su casa, un confortable apartamento pequeño, con algo de años, pero nada viejo, al menos no del todo, en aquella ciudad donde… vaya por Dios, me he tenido que olvidar. Bueno, pues si en algún momento lo recuerdo lo diré, pero no sé si será algo que realmente haré –el recordar digo-.

-¡MAMÁ! ¡MAMÁ! –gritó la pequeña María dando grandes tirones en la manga del pijama que por encima de sus mantas la madre tenía.

-¿Qué pasa mi pequeña? ¿Otra vez tienes pipí? Ya sabes, ve al baño… -dijo señalando a un lado y a otro, como si más dormida que despierta supiera a donde la iba a llevar-, y si eso luego yo te tapo… ¿Vale?

-Jo… mamá, que no es eso. Que han venido… -decía algo desesperada, entre balbuceos la pequeña.

-¿Quiénes han venido? –dijo incorporándose un poco al fin-… ¿Has soñado otra vez con los Monstruos? Ya te he dicho que los monstruos no son malos como dicen las historias…

-Menuda madre más idiota y estúpida –dijo una voz chirriante y algo espantosa… aunque algo bajito de volumen-… ¡QUE NO EXISTEN LOS MONSTRUOS DICE! Cuando te persiga un maldito trasgo o una puta estrige… o peor, un Hombre del Saco… ya, ya nos dirás.

-¿Pero quién habla? ¡MARÍA! ¿Qué te dije de abrir la puerta a desconocidos?

-Sin duda tu hija muchas culpas ha de resarcir, pero entre esas ninguna es abrirnos la puerta –dijo otra voz, más ronca, pero también en cierto volumen algo bajo… justo en la mesita de noche de Susana.

-¡¡¿Pero qué es esto?!! –dijo con los ojos como platos la madre de la niña, que junto a eso la cogió a ella en volandas mientras pálida se ponía.

Y justo ahí, en su mesita, una docena de caracoles había. La madre, el padre, el abuelo por parte de padre, la abuela por parte de madre –los otros dos que faltan se fugaron hace años a unas islas paradisíacas y pena que allí el caracol fuera un gran manjar-, el resto eran hermanos y hermanas del fallecido y algún tío o tía. Si bien todos eran iguales, a simple vista era difícil de distinguirles. Así, viendo la sorpresa de Susana, la madre caracol le contestó.

-Estamos aquí para que tu hija, la Asesina de Caracoles, la Aplasta Caparazones… sea condenada por las leyes del Bosque.

-¿Pero que leyes del bosque ni que narices? Largaos bichajos con babas si no queréis que os cocine con caldo de almendras e hinojos. Al menos sacaré algo de dinero por vosotros.

-Huy… mira má, encima nos amenaza mah… ezo he delito, delito… -gritaba con voz de pueblerino cerrado uno de ellos.

-Cucha lo rápido que aprenden las babosas estas… -decía aún asombrada Susana mientras a su hija en brazos cogía.

Y la puerta de su habitación de par en par se abrió donde un viejo borracho, mal vestido, que olía a alcohol, fornicio y vómito, en su cama se rumbó mientras un trago a una botella de ron añejo le daba con su hocico peludo y grisáceo.

-¡¿Y ahora quien es usted?! –le gritó al viejo que se incorporó en la cama y miró a varios lados sin saber donde estaba.

-¡Que me quiten el dídimo y me vuelva a salir dentro de tres años! ¿Pero donde cojones me he metido? –dijo el viejo mirando con una sonrisa poco cortés a Susana, la cual quitó al ver a su hija, dándole un poco de vergüenza y diciendo un simple hola.

-Nosotros, Viejo del Bosque, hemos culpado a la Aplasta Caparazones y queremos que juzgada sea por las leyes del Bosque –dijo la Madre Caracol.

-Santo cielo Madre Caracol… ¿Y qué pasa con la ley de que el hombre nada de nosotros ha de saber? ¿Te la pasas por tu grandioso…? Deja lo último que decía, se me olvidaba que de eso no tenías… –dijo el viejo mientras se incorporaba.

-¿Alguien me puede explicar qué está pasando? Sigo sin entender nada. Y tú, viejo de la esquina, sí, el que pide café con anís cada mañana, ¿qué coño es eso de Viejo del Bosque? –dijo Susana acariciando a su pequeña, reconociendo al tipejo.

-Hostias, si tú eres la camarera que me pone el café cada mañana con esa mala hostia… -dijo el Viejo cayendo en quién era.

-Puesto que el borracho de mi hermano no está muy dispuesto a explicaros, lo haré yo –dijo otro hombre, algo más joven, pero con pinta de cuarentón, todo vestido de negro, de pronunciada barbilla y larga nariz como un pico de un pájaro, de ojos alargados y sonrisa enorme y tenebrosa, con pronunciadas arrugas que poblaban su rostro.

-¡Ambrosio! ¿Tú por aquí? –dijo el viejo arrascándose los oídos, sacando cera, asquerosa cera, que al soplar se convirtió en miles de pequeñas mariposas, hermosas todas ellas, y que la niña quiso atrapar con delicadeza. Pena que una vez cogía una en luz se convertía y desaparecía.

-¡NO ME LLAMES ASÍ MALDITO CHIVO! Yo soy… el Mago de… EL MAGO DE…

-No has encontrado ningún lugar para asentarte para ser el mago de ningún sitio. Así pues, eso es lo que eres: El Mago de Ningún Sitio mi joven y malpensado hermano.

-No me embrolles. La cuestión es que esta niña –y tocó la nariz de la pequeña asustada con sus largos dedos de sus largas y blancas manos-, ha matado esta misma mañana al pobre hijo de esta inocente familia, humildes habitantes desde hace siglos de nuestro bosque –y señaló ahora a los caracoles.

-Eso, eso –dijo el Padre caracol-… si bien los hechos fueron esta misma tarde.

-Como sea, que importa eso. Los humanos últimamente se exceden en sus dominios y pronto romperán su pacto ya olvidado mi hermano. Y siguiendo las normas de aquellos acuerdos de hace siglos… Si un animal del bosque quiere que un humano sea juzgado, así debe ser. Y así se comprueba cuando en esta casa has aparecido. Lo que significa, que la Aplasta Caparazones, podría ser ejecutada en el Gran Árbol.

Y la verdad, el Mago de Ningún Sitió razón tenía, mucha razón, y por eso el Mago del Bosque, que de Juez debía ejercer y sentenciar a la pequeña, pidió a Susana que buscara un buen abogado para estos asuntos mágicos, que tuviera contactos con el mundo del bosque. Porque si así no lo hacía, sería sus demandantes quien eligieran a su abogado, y bien preparados tenían a un asqueroso sapo que ni del Bosque Mágico pertenecía, que ayudado por el Mago de Ningún sitio estaba.

Así comenzaba aquella larga semana.



2.



Esa misma mañana en muchos periódicos miraron los anuncios de abogados, la mayoría de seguro de un prestigio asqueroso. A visitar a algunos fueron, pero siempre que les nombraba seres mágicos, magos y caracoles parlantes, raro era que no trataran a Susana de loca o una verdadera tocapelotas. Y desesperada estaba, pues a ningún abogado que pudiera ayudarlas encontraba.

-¡Eh! ¡Mis dueñas! ¡Yo sé donde un abogado de asuntos mágicos podréis encontrar! –decía a gritos una criatura en una habitación que para invitados era.

Se trataba de Punki, Punki el hamster, o simplemente para Susana: La Rata.

-¡¿Pero la Rata también habla?!

-¡Mama! ¡Que es Punki! Y es un hamster…

-Amor, un hamster y una rata en lo único que se diferencia es en el tamaño de su rabo –dijo teniendo algún pensamiento impuro.

-Y en la cabeza, y el peso, y…

-Vale, vale, cariño… haber Rata… digo Punki ¿Cómo es que hablas y qué es eso del abogado?

-Sí, sí… que ya sé el amor que me tienes SE-ÑO-RA –con lo que odiaba Susana que la llamaran así-. Si yo hablara… ¡OYE! Si puedo hablar…

-Habla y te corto las pelotillas que tienes –le dijo Susana muy macarra al hamster parlante.

-Pues que sepáis que una chica muy hermosa me parecéis a pesar de ese rencor y odio que parecéis tener. Pero a lo que voy. Debo hablar desde que tu piso en lugar mágico se ha vuelto. Pero lo más importante: resulta que el papel que me habéis puesto esta semana para mis caquitas tenía un anuncio de un abogado…

Susana sin dejar que Punki terminase, quitó la jaula y con algo de asco el papel cogió, viendo con sorpresa que un anuncio de abogado había:

“Si problemas tiene usted, con hipotecas, abandonar casas o Bosques Mágicos en su haber… valla a la campiña de los prados verdes y en la cabaña toque tres veces diciendo: Abogado ven o de las orejas te tiraré”.

-Es ridículo –dijo Susana.

Sí, ridículo. La verdad es que razón no le faltaba, pero nada perdía si lo intentaba. Así, con su hija y su rata, perdonen, hamster, fueron a la campiña de prados verdes donde una cabaña roñosa de madera medio derruida se encontraba. Subieron al porche y tres veces a la puerta tocaron aún con el peligro que la cabaña sobre sus cabezas cayera, y por último gritaron madre e hija al unísono: “Abogado ven o de las orejas te tiraré”. Pero nadie apareció, pese a que varias veces el ritual repitieron sin éxito alguno.


Así marcharon para casa, si bien Susana al trabajo debía ir por desgracia. Allá, en una pequeña cafetería, donde muchos la conocían por su lengua bífida y su malhumorado comportamiento, aunque en realidad fuera un amor. Y entonces un tiparraco sudoroso, poco aseado y con barba de de una semana apareció con una maleta, vestido de traje... traje muy usado, y por su nombre la llamó.

-¡¿Quién demonios eres?! –dijo Susana cortés, lo más cortés que era ella en su trabajo, oseasé con cierta mala hostia.

-Pues a mi no me preguntes, que has sido tu la que no parabas de llamarme mientras en el baño estaba. Joder, ni cagar a gusto dejan a un pobre abogado… aunque lo tuyo es por asuntos mágicos.

O sí, aquél era el hombre, digo el abogado… un tipo tan galante como una botella de butano.

-Y ahora deja el trabajo, porque cuando se está en juicios de Bosques, no puedes trabajar.

-Ya, díselo a mi jefa…

-Nada he de decirle a esa vieja –dijo el abogado con algo de asco al verla-, porque como he dicho un juicio mágico y de bosques es, y las reglas son las reglas.

Aquel abogado a Susana explicó que aunque realmente no fuera al trabajo, mágicamente sí que estaría ella y su hija en sus respectivas vidas monótonas… pero que no se lo tomara como vacaciones, pues una vez acabado todo los recuerdos de lo ocurrido y cúmulo de cansancio les llegaría. Pero la verdad es que Susana como unas extrañas vacaciones se lo tomó. Y así, cuando a su apartamento llegaron, todo le contó.

-Joder con Ambrosio, así que eso es lo que quiere. Pues metiendo el su larga nariz sin duda no será nada fácil. Lo cierto es que esto no suele ocurrir, mis juicios son más bien protegiendo a animales del Bosque sean mágicos o no… pero si quiere meteros en todo esto, lo que planea no es nada bueno. Suerte habéis tenido que vuestra rata encontrara mi anuncio –la niña le rectificó diciéndole que era un hamster-, pero antes necesito un detective, alguien que me ayude a reunir pistas. Sé que puedo contar con la ayuda del Policía del Bosque… pero me limitará el meter las narices…

>> Decidme ¿Tenéis algún can?

-¿Qué es can? –preguntó María.

-Un perro cariño –le dijo su madre.

-Sí, si que tenemos, Dudi cuenta ¿no mamá?

-Sí, Dudi es nuestro perro, pero mágico no es... precisamente.

Y tenía mucha razón, Dudi era un gran perro, muy bueno, muy cariñoso, muy torpe e incluso holgazán si me apuráis. Y si tenía un hobby, ese era lamerse la entrepierna con ahínco y esmero.

-No importa, en cuanto firme el contrato que le ponga ante su hocico lo será. Y al ser un leal can a sus dueñas de seguro que un buen trabajo hará. Mañana el juicio comenzará y cosas he de preparar. Así que por eso mismo, mi amiga, la vieja Madame Araña algunas preguntas os hará.

-¡ARAÑAS! ¡¿Dónde?! –gritó Susana, porque cierto era que pavor a esas criaturas tenía.

Y la araña apareció, y que me parta un rayo si la pobre Susana ganas de aplastarla con su zapatilla no le dio, estando acongojada la pobre vieja Madame araña. Las preguntas extrañas eran, hablando de seres mágicos, pactos y cosas que lo único que provocó es que Susana y su hija dormidas se quedaran. Y con cariño, la vieja Madame Araña las tapó con una mantita y se marchó para entregar lo recopilado a su jefe el abogado.


3.



-Y muchos años han pasado ya, olvidando la raza de los hombres los antiguos pactos con los bosques y los seres mágicos que allí habitan, no conociendo nada de esto. Y aunque ya sé que su desconocimiento no implica su perdón, si lo implica que no fue un homicidio voluntario, tratándose de un fatídico accidente para la familia caracol –dijo el abogado con voz imponente, sacando pecho... y barriga, atusándose su corbata de colorines mal arreglada y algo andrajosa, dando de vez en cuando tirones del pantalón por la entrepierna.

Y allí, en el salón del apartamento de Susana una sala procesal se montó mágicamente, con el Mago del Bosque como juez, las dos partes del caso y el público formado en su mayoría por animales. "¡Esto es ridículo!" gritaba Susana mientras su hija encantada estaba con Dudi, su perro, ahora parlante y detective de la parte defensora.

Después de largas introducciones sobre qué acusaban a la pobre María: Aplastar al pobre Hijo Caracol de Madre Caracol con malas intenciones; la noche cayó y la sesión terminó, dejando de nuevo vació el saloncito –que mágicamente se volvía enorme- y ablando con Susana el abogado estaba.


-¿Entonces? –preguntaba la madre.

-Pues la verdad, no me gusta nada. Piensan seguir con esta ridiculez, así que intentarán demostrar las malas intenciones de tu hija para matar al pobre caracol. Además, sólo ha hablado Ambrosio y nada el sapo ha dicho –dijo mirando a la niña de reojo que seguía jugando y hablando con Dudi.

-Pero mi hija no lo hizo a posta, no lo vio y...

-No me repitas a mí las cosas. ¡Dudi! –el perro fiel se presentó llevando en su lomo a María-. Necesitamos testigos, testigos veraces que digan que lo que pasó al joven Hijo Caracol fue un accidente.

-Lo haré Señor, todo sea por mis amas –dijo el perro con voz noble sacando de repente la lengua sintiendo como su pequeña dueña le rascaba bajo la barbilla.

-Mira que encanto, lo noble y serio que parece y en segundos es un perro buenazo con cara bobalicón –dijo con ternura Susana pero provocando que el perro se sonrojase.

-Pero Dudi, ahí no acaba la cosa, esto pinta muy mal.

-Entiendo ¿Qué hacía Hijo Caracol fuera de los lindes del Bosque Mágico?

-Exacto, más siendo un ciudadano modelo en el Bosque. Ve al Bosque Mágico y reúnete con Pork, es un cerdo de granja que vive en el Bosque durante milenios, fue detective antes que tú, abogado antes que yo y jefe de la policía...

-Si es que los cerdos abundan en los altos cargos –dejó la puya Susana tomándose un sorbo de algún refresco.

-Sí, sí... pero como en todo: hay cerdos, y “cerdos”. Bueno, que él te ayudará si le dices que el Mago de Ningún Sitio tiene las narices metidas. Ese viejo puerco tiene un gran sentido de la justicia y de seguro que sabe lo que planea.

-Así lo haré –dijo el can que se despidió de sus dueñas y marchó a los bosques. Aunque sin darse cuenta, Punki el Hamster se escapó subido a lomos de Dudi y ya nunca más a sus dueñas vería.

-Por mi parte –dijo el abogado comenzando a marchar-, sólo pido paciencia. Ellos estaban preparados, al final tienen como abogado al mismísimo Ambrosio el envidioso de Ningún Sitio y todo bien planeado.

-¿Quieres decir que vas a dejar que digan cualquier barbaridad sobre mi pequeña? –dijo algo exaltada apretando la lata de aquel refresco que tomaba.

-Por desgracia, clienta mía, sólo podemos defendernos por el mismo tono y como mucho escudarnos en que es una niña. Las normas y reglas mágicas no son iguales que las nuestras.

-Pero huelen a mierda y estercolero igual.

-No, la verdad, ese soy yo, que no me he duchado aún –dijo rojo como un tomate el abogado.


Durante dos días más las cosas no cambiaron. El Mago de Ningún Sitio traía animales mágicos que conocían a Hijo Caracol y hablaban maravillas de él para terminar soltando puyas y casi insultando a la pequeña María, cosa que desquiciaba a Susana y que provocó que el abogado pidiera al juez que pararan dichas acusaciones aleatorias.

-No son testigos presenciales y ninguno traído al estrado vio a Hijo Caracol las últimas horas antes de su muerte, siendo un mero aliciente para crear odios hacia mi pequeña protegida, que a fin de cuentas no deja de ser una niña.

-Tienes razón –dijo el viejo Mago del Bosque tomando a escondidas un sorbo de coñac de una botella mohosa, si bien todos sabían lo que hacía-. Ambrosio, suspendemos la vista hasta mañana y espero que esta vez sean testigos materiales o tomaré en cuenta lo que has estado haciendo hasta el momento –el Mago de Ningún Sitio, de mala gana, asintió.


Esa noche una visita especial recibieron, se trataba de Pork, un cerdo rosado con varios kilos, pero si no fuera por su voz Susana no hubiera dicho que tuviera tantos años.

-Por desgracia mi memoria no es la que era, pero debe estar relacionado con una cláusula del Pacto que a su vez está ligada con las Normas de los Bosques –dijo con voz ronca chupando un pitillo recién encendido y removiendo un poco de café con sus pezuñas-. Creo que a ti te será más sencillo llegar a esos documentos...

-Vaya, más trabajo... que se le va hacer –dijo desilusionado el abogado.

-Fíjate cariño –dijo Susana a su hija entre sus brazos-, hoy podemos decir que teníamos la mesa LLENA de chorizos, salchichones, longanizas, morcillas, paletilla, jamón...

-¡SANTO VENDITO! ¡Tienes a una psicópata como clienta! –gritó asustado y a la vez enfurecido el cerdo parlante.

-Pork, pareces que se te olvida que eres un manjar para nosotros...

-No sé ni por qué te ayudo... Por mi parte ayudaré a vuestro chucho a encontrar contactos. Hijo Caracol no estaba tan limpio como parecía.

-¿A qué te refieres?

-En este último año cosas extrañas han sucedido. La policía del Bosque tuvo a la familia Caracol enfilada. Extraoficialmente puedo deciros que era Hijo el sospechoso. Pero que el propio Hijo Caracol fuera el sospechoso era ya de por sí sospechoso, así que estaba ayudando a averiguar algo más. Que cosas más extrañas que muriera... o simple mala suerte.

-¿Puedo saber qué asuntos?

-Han ido apareciendo cadáveres humanos en nuestros bosques. Un humano perdido suele ser normal, pero tantos... encima, la mayoría tenían grandes heridas por trasgos. Recuerda que la zona de los trasgos y monstruos esta vedada mágicamente... que escape un trasgo puede ocurrir... pero que entre tanto humano... no sé, el Mago del Bosque venía más a menudo por estos lares por si averiguaba algo.

-¿Un caracol secuestrando humanos? ¿Y ese viejo...? Sólo se pasa para comprar su alcohol y tomar su café con anís de cada mañana cargado de azúcar. –rió Susana a carcajadas.

-Estúpida humana, el problema no era el secuestro, sino la ocultación de pruebas que las babas de caracol pueden producir. Como tu abogado, tenemos a otros humanos que conocen de nuestra existencia en diferentes áreas, entre ellas la policía, pero nada había que sirviera.

-Y por desgracia, ser humano que muere del bosque, ser humano que debe quedarse allí y ser abono de su tierra –dijo el abogado serio-. Me parece que este asunto apesta más de lo que yo pensaba.

-Como un estercolero, ya te lo dije, como un estercolero –levantó los hombros Susana.


4.



Varios días pasaron y por fin Ambrosio llevó al que parecía un testigo presencial. Era un zorro de cabellos plateados y lívida lengua que parecía portarle de elegancia, sutileza y destreza. Susana lo odiaba, odiaba esa forma de comunicarse con el resto como si él fuera mucho más que el resto. Odiaba a burócratas y políticos, y ese zorro no era mucho menos.

-Me fui al reino humano porque ya había consumido el número de animales mágicos semanales que se me permiten, y a que nada hay en contra de ir a por pollos de corral de los humanos, allí me fui. Me topé con Hijo Caracol, pero no le hice mucho caso, tenía prisa. Al poco tiempo escuché los gritos de una niña endiablada: “¡Te Mataré! ¡Te mataré maldito caracol!” decía a viva voz pisando fuerte en el suelo... hasta qué... –la familia Caracol se pusieron a llorar a gritos.

-¿Y esa niña... podría señalarla si se encuentra aquí? –dijo Ambrosio sereno viendo como el zorro señalaba a la pequeña María.

-¡ZORRO DE MIERDA! –gritaba Susana-. Mientes más que hablas estropajo con patas, hijo de zorra... Mi hija nunca dijo eso. Como te coja haré una bonita bufanda con tu piel para que lo lleven esos ricos empalagosos a los que tanto me recuerdas.

De golpe Susana calló, dándose cuenta que una cremallera cerró su boca, y asustada, luego disgustada e inconforme, se acomodó en su lugar echando miradas asesinas al zorro plateado que tragó saliva.

-No podemos permitirnos esos ataques de ira cada dos por tres. Espero que no me sirvas en el próximo café con anís que te pida aguarrás –dijo el Mago del Bosque dejando preguntar al abogado defensor.

-¿A que hora ocurrió lo que dice?

-Justamente fue la tarde del lunes Sr. Abogado, entre las 5 y las 6 de la tarde –dijo el zorro.

-Nada más que decir tengo, si bien me gustaría que siguiera presentándose en este juicio hasta que se dicte sentencia.

-Eso haré... –dijo con la cabeza erguida.

Mientras se disponía a dejar el asiento de los testigos el abogado se puso a conversar con la Madame Araña.

-Busca a Dudi y a ver si ha conseguido un testigo bueno. Puesto que no habrá seres mágicos me gustaría que le ayudaras a conversar con las briznas de hierba e incluso las rocas. Por otro lado, quiero que esta noche vigile a Plateado y averigüe cuantos pollos de corral cazó... o si hizo algo más en ese día –y así lo hizo.

Plateado era un zorro con cierta reputación entre sus vecinos. Casado con una hermosa zorra roja y siendo padre de 5 zorros maleducados, vivía en sus excesos y excentricidades. Era raro el mes que no hacía una fiesta con grandes comilonas, y pronto tenía planeado hacer otra de esas fiestas pomposas con música “guateque”, ponches y mil comidas. Aunque esas fiestas tenían su razón de ser.
En el día siguiente a su participación en el juicio no había tal, así que decidió dar vueltas por el Bosque Mágico propagando sobre su próxima fiesta e invitando a gente sin dejar de llevar la cabeza en alto y utilizar su labia de burócrata. Hasta que vio a Pork.

-Hola amigo cerdo ¿Que tal la Dama de la Inmortalidad? Menuda suerte tuviste en casarte con esa preciosidad, incluso teniendo forma humana sería capaz de beneficiarme... –el zorro astuto calló si no quería provocar a Pork, aunque era cierto que su esposa la dama más bella de todos los bosques era-. Bueno, dejémonos de chácharas ¿Por qué no vienes a mi fiesta? Será en unos días, e incluso podremos celebrar el castigo a la Aplasta Caparazones.

-Muchas gracias por adular a mi esposa e invitarme, pero no quiero ser aún uno de tus manjares –Plateado se le quedó mirando fríamente, con astucia-. Que casualidad que casi todos los animales mágicos por ti cazados hayan ido a tus fiestas. Los pones cebados con tus manjares ¿Verdad?

-Sólo hago que tengan su “última cena” señor –dijo con su sonrisa malévola agitando su pomposo rabo con delicadeza.

-Me pregunto cuánto de bueno será ir a la fiesta de un mentiroso y un pagado –Plateado parado se quedó-. Al parecer es cierto que la tarde del lunes saliste del Bosque, hay otros testigos que podrían confirmarlos, pero para nada pasaste por el camino donde Hijo Caracol fue aplastado. Es más, cazaste ocho pollos de corral. Según ley no se puede cazar más de tres al día, con sus excepciones, claro está.

-Sí pasé por el camino... y lo de los pollos... bueno, tal vez me equivocara –decía muy convencido con su labia sutil acercándose al viejo cerdo.

-Claro, saliendo por el lado norte del Bosque... ¿Qué demonios hacías de repente en ese camino que se encuentra a varios kilómetros al sur? No te enteras que te estoy presionando maldito zorro.

>> Esos pollos no los trajiste al Bosque, eran para tus cachorros fuera del él y tu amante –Plateado comenzaba a tener sudores fríos-. Me da igual que te creas un ligón nato entre tu especie y tengas a mil mujeres babeando por tu culo de color plata, pero tu mujer se pondrá hecha una fiera cuando se entere, más siendo nieta de trasgos. Sé listo, di la verdad al juez, sólo la verdad –dijo Pork dejando al zorro con temblores y sudores. Pena que se olvidara comentarle que a Dudi se le pasó el detalle y contó a la zorra amante de Plateado sobre su vida en el Bosque Mágico.

Al día siguiente el Mago del Bosque declaró nula la declaración de Plateado y Ambrosio, el Mago de Ningún Sitio, se cabreó y se tiró de lo cuatro pelos que tenía. Sobre plateado nada más se supo de él, pues su esposa se enteró de sus otros ligues fuera del bosque. Algunos dicen que su esposa lo mató y se lo comió –algo digno para un ser con sangre trasgo-, pero otros están seguros que del miedo, el zorro plateado se volvió blanco y huyó a las tierras de los hombres por siempre jamás como albino.

-Me alegro de que ese viejo se diera cuenta de las sandeces que dijo ese zorro –dijo Susana al final de la nueva vista, aún teniendo sabor del metal de la cremallera en sus labios.

-Bueno, todo gracias al buen olfato de vuestro detective y a mi amigo el cerdo del Bosque –dijo riendo tomando una copa de agua el abogado-. Mañana será el última día y si no solucionamos esto pronto en un lío nos meteremos –tornó a serio-. Necesito de tu presencia Susana.

-¿Y eso? ¿No serás que quieres una cita conmigo?

-Eso otro día mi buena clienta. Resulta que donde está los escritos que pueden aclarar ciertas cosas no puedo entrar sin ningún adulto. Puesto que ya conocéis del Bosque creo que contigo podré ir sin problemas.


Así marcharon a la biblioteca de la ciudad, en un pasillo angosto, rodeados de libros en estantes y en el suelo, al final, en la pared, una puerta había que de un armario pertenecía. Susana incrédula se preguntaba si no era un engaño para que ese abogado la secuestrara y le hiciera cosas morbosas, pudorosas y excitantes, y casi cree acertar al recibir un empujón hacia el armario, pero no, la verdad es que era una puerta mágica camuflada como armario, dejando ver una infinita sala llena de papeles.

-Te veo como decepcionada...

-¿Sabes lo que es el sexo amigo? –dijo irónica-. ¿Por donde empiezas?

-Yo sé lo que buscáis –dijo una anciana andrajosa llena de arrugas hasta en las pupilas de los ojos, sentada en un taburetito de madera con un cubo de fregona ante ella donde metió la mano.

-¡Que asco! Espero que no haya limpiado recientemente el vómito de un intelectual perdido entre estos libros y papelajos.

-Es un cubo mágico, a través del cual puede entregarnos los documentos que necesitamos al instante –dijo cogiendo un libraco enorme que la anciana le entregó-. Ahora echemos un ojo.

Mucho tardó en encontrar algo que le ayudara a entender cosas y cuando lo hizo decidió marchar de nuevo a casa, despertando a la pobre Susana que dormida y babeando sobre la mesa de lectura se quedó.
Y al llegar a casa se topó con una buena noticia: Dudi encontró un testigo presencial, si bien era decisión del Mago del Bosque darle voz. Así, se comunicó esa noche con Pork contándole sus averiguaciones varias y sospechas, pues al siguiente día toda la verdad se revelaría.


5.




Ante todos, en la silla de los testigos, un tallo de mala hierba en una bolsita con tierra se encontraba, mientras que la familia Caracol se reían por lo bajo y cuchicheaban con Ambrosio.

-Bueno, no perdemos nada –dijo el Mago del Bosque chasqueando sus dedos-. Bueno, Mala Hierba del camino donde Hijo Caracol fue aplastado, decidnos ¿Qué visteis?

-Pu-pu-pu-pues vi-vi-vi-vi que la ni-ni-niña piso sin querer a Hijo Caracol-col-col y muy mal lo pasó la pobre-bre-bre... –dijo la mala hierba a toda velocidad y tartamudeando.

-Que raro... ¿Le pasa algo? –se preguntó el Viejo Mago extrañado, pensando que tal vez se equivocó de hechizo.

-Huy, eso debe ser el café que le eché ayer –dijo Susana sonriendo, inocente ella (o aparentando inocencia)-. Es que me dijeron que unas gotas de café a las plantas les va fenomenal y...

-¿Y le echaste anís?

-Pues no, anís no.

-Dejando el asunto del café y el anís a un lado –saltó el abogado-, más importante me parece lo que tiene que decir sobre cómo llegó Hijo Caracol allí.

-Sí-sí-sí-sí... el tiempo se paró, era muy bonito-to-to-to y un hombre bajo el pie de la niña-ña-ña a Hijo Caracol puso –la familia Caracol no pudo contener las lágrimas y comenzaron a llorar al unísono.

-Tonterías –saltó Ambrosio-. ¿Cómo saber que esa mala hierba no está comprada?

-Pues porque no es mágica y nada de magia la ha tocado hasta que yo se la he insuflado –dijo su hermano el Mago del Bosque-. Creo que tengo suficiente para dictar una sentencia.

-Señoría, si me lo permitís, tengo unas últimas palabras que podrían a la vez dar solución al caso y que la familia Caracol y Madre Caracol vuelvan a casa con su justicia buscada.

-Adelante, adelante –dio permiso al abogado.

-Extraño me era este caso, pero luego de averiguar la verdad y tener la última pieza dada por Mala Hierba, todo encajaba. Hijo Caracol no estaba tan limpio como creíamos pues metido de lleno en las apariciones de los cadáveres de humanos con heridas de trasgos en el Bosque Mágico estaba. Su papel era usar su baba para borrar ciertas pistas, si bien es posible que lo hiciera por el bien de su familia, por lo que de ser así limpiaríamos su buen nombre.

>>Nos preguntábamos si todo estaba conectado, y es posible que sí. Viejo Mago, vos debéis recordar que si un humano del Bosque Mágico escapa sabiendo de él y lo cuenta a 52 personas, el gran OGRO podría despertar. Pero otras formas había, como en el que una niña juzgada y ejecutada en el Bosque Mágico fuera, dándosela de comer al padre de Gran Árbol.

-La verdad, es que esos hombres fueron secuestrados y llevados a la Zona Trasgo para que así vieran una criatura mágica de seguro. Por si fuera poco, si escapaba traerían a sus ejércitos para combatir a criaturas que el hombre teme por naturaleza tanto como nosotros, pero sin comprender que su existencia es tan necesaria como el de una mosca para depositar sus huevas en la mierda –dijo Pork, el cerdo, que entró por sorpresa-. Entrar en guerra con los humanos es otra norma...

-Si el Ogro despierta los límites mágicos podrían extenderse por todo el mundo y los humanos perderían su hegemonía pactada ¿no? –dijo Dudi apareciendo junto a sus dueñas.

-Si esos límites aumentaban, el Mago de Ningún Sitio podría ser el Mago de Algún Sitio –dijo el abogado mirando a Ambrosio que sudaba sin parar, nervioso, tembloroso-. Así pues, viendo que el llevar humanos a la zona de trasgos y monstruos no acababa de salir bien y temiendo que Hijo Caracol al final hablara, decidió un nuevo plan que le llevara a su mismo final. El hecho de que el tiempo se parara justo antes de que María la Aplasta Caparazones, mi defendida, pisara a Hijo Caracol después de ser metódicamente puesto allí, es un claro significado que de un mago se trataba el auténtico culpable... y el Viejo sabemos que está donde se encuentre el alcohol y el fornicio.

-Sólo son hipótesis, conjeturas, NO VALE, NO TIENEN NADA.

-Por dios hermano, que soy MAGO –dijo el viejo que bajó a la altura del Mago de Ningún Sitió y le torteó la cara mientras recitaba: Dí la verdad y sólo la verdad o el Ogro te comerá.

El Mago de Ningún Sitio repitió una y otra vez que la verdad decía, todo nervioso, jadeante, exhausto... Y entonces del tejado unos rugidos tenebrosos salieron, unido a un extraño agujero negro y multitud de temblores que parecía que la casa se caía encima de ellos. Del agujero salía un frío invernal aterrador. Los animales mágicos del Bosque se apartaron temblorosos, asustados; y Susana cogió a su pequeña y se puso contra una esquina de la habitación mientras veía como una terrible criatura verdosa de largos cabellos, un cuerno enorme, mandíbula pronunciada, orejas picudas y colmillos que sobresalían de su gran boca, tintineando dos pupilas rojas que miraban fijamente a Ambrosio que literalmente se meó de miedo.

-Mentí, mentí, fui YO. NO ME COMAS –suplicaba de rodillas Ambrosio, pero por desgracia ya nada más se podía hacer.

El Ogro de los Bosques, padre del Gran Árbol, de dos bocados se comió al Mago de Ningún Sitio y nada más se supo de él, desapareciendo la angosta criatura que sembraba el terror por el mismo sitio donde apareció. El caso había quedado cerrado.



-Los seres humanos provenimos de los antiguos Ogros, creadores y protectores de los bosques, pero su naturaleza malvada hizo que muchos acabaran suicidándose o encerrándose en sus bosques para no causar un gran mal. Si hubiera salido Orgathur el Ogro de el Gran Árbol, la sociedad que conoces ahora no existiría –dijo el abogado recostado en un sillón del piso de Susana-. Pero bueno. Lo que importa es que tu hija ha quedado libre de culpa y habéis recibido las disculpas de Madre Caracol y la familia. El resto de este asunto es cosa del Bosque Mágico.

-¡Que bien! Dudi perderá su capacidad de hablar ¿verdad? –el abogado respondió afirmativamente-. Que lástima, pero todo volverá a su normalidad. Lo que se ha liado por un caracol.

-Bueno, mi trabajo contigo ha acabado. No necesitas pagarme, por desgracia trabajo gratis, este es mi castigo por maltratar a animalillos cuando era un crío. Debo ayudar a 20000 personas o seres mágicos antes de ser libre, y todos sobre asuntos mágicos... y aún me queda mucho a pesar de que he vivido 300 años.

-¿Trescientos? ¡Venga ya!

-Sí Susana. Y no te creas que lo ocurrido con tu hija fue una casualidad, pues te conozco. Provienes de familia de brujos y brujas aunque hayas perdido la capacidad de las grandes magias y pociones ocultistas, pero es por eso mismo que todo esto, aunque te haya extrañado, has disfrutado y no te ha sido un trauma. Conforme pasen los años tú y tu hija iréis olvidando. Pero bueno, si algo más con asuntos mágicos ocurriera sólo debéis buscarme –dijo el abogado que antes de irse le propinó un beso en la mejilla.


La vida de Susana y su hija María volvía a su monotonía, y poco a poco irían olvidando, pero eso es otra historia. Sobre el Hámster... bueno, como dije él se escapó con Dudi en su primera visita al Bosque y allí se quedó con una familia de hámster donde tuvo 20 hijos y centenares de nietos... algo de lo que se arrepentiría hasta su muerte –excepto de conocer a su esposa-.

-¡Mamá! ¡Has pisado una cucaracha! –dijo María algo asustada no pasando ni tres semanas de lo ocurrido.

-Ainss... no pasa nada hija mía, si de estas hay muchas... y no creo que sean del Bosque Mágico –dijo Susana entre risas mirando al pobre bichejo aplastado.

-¡Aplasta Cucarachas! ¡Aplasta Cucarachas! –gritaron un centenar de cucarachas que aparecieron ante ellas...

-Pues no, no son del Bosque, son de la Alcantarilla Mágica... Tseaaaajjjj.... ¡¡Malditos bichos mágicos!!



FIN

Dedicado a una nacida de una bruja.



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