2.
Esa misma mañana en muchos periódicos miraron los anuncios de abogados, la mayoría de seguro de un prestigio asqueroso. A visitar a algunos fueron, pero siempre que les nombraba seres mágicos, magos y caracoles parlantes, raro era que no trataran a Susana de loca o una verdadera tocapelotas. Y desesperada estaba, pues a ningún abogado que pudiera ayudarlas encontraba.
-¡Eh! ¡Mis dueñas! ¡Yo sé donde un abogado de asuntos mágicos podréis encontrar! –decía a gritos una criatura en una habitación que para invitados era.
Se trataba de Punki, Punki el hamster, o simplemente para Susana: La Rata.
-¡¿Pero la Rata también habla?!
-¡Mama! ¡Que es Punki! Y es un hamster…
-Amor, un hamster y una rata en lo único que se diferencia es en el tamaño de su rabo –dijo teniendo algún pensamiento impuro.
-Y en la cabeza, y el peso, y…
-Vale, vale, cariño… haber Rata… digo Punki ¿Cómo es que hablas y qué es eso del abogado?
-Sí, sí… que ya sé el amor que me tienes SE-ÑO-RA –con lo que odiaba Susana que la llamaran así-. Si yo hablara… ¡OYE! Si puedo hablar…
-Habla y te corto las pelotillas que tienes –le dijo Susana muy macarra al hamster parlante.
-Pues que sepáis que una chica muy hermosa me parecéis a pesar de ese rencor y odio que parecéis tener. Pero a lo que voy. Debo hablar desde que tu piso en lugar mágico se ha vuelto. Pero lo más importante: resulta que el papel que me habéis puesto esta semana para mis caquitas tenía un anuncio de un abogado…
Susana sin dejar que Punki terminase, quitó la jaula y con algo de asco el papel cogió, viendo con sorpresa que un anuncio de abogado había:
“Si problemas tiene usted, con hipotecas, abandonar casas o Bosques Mágicos en su haber… valla a la campiña de los prados verdes y en la cabaña toque tres veces diciendo: Abogado ven o de las orejas te tiraré”.
-Es ridículo –dijo Susana.
Sí, ridículo. La verdad es que razón no le faltaba, pero nada perdía si lo intentaba. Así, con su hija y su rata, perdonen, hamster, fueron a la campiña de prados verdes donde una cabaña roñosa de madera medio derruida se encontraba. Subieron al porche y tres veces a la puerta tocaron aún con el peligro que la cabaña sobre sus cabezas cayera, y por último gritaron madre e hija al unísono: “Abogado ven o de las orejas te tiraré”. Pero nadie apareció, pese a que varias veces el ritual repitieron sin éxito alguno.
Así marcharon para casa, si bien Susana al trabajo debía ir por desgracia. Allá, en una pequeña cafetería, donde muchos la conocían por su lengua bífida y su malhumorado comportamiento, aunque en realidad fuera un amor. Y entonces un tiparraco sudoroso, poco aseado y con barba de de una semana apareció con una maleta, vestido de traje... traje muy usado, y por su nombre la llamó.
-¡¿Quién demonios eres?! –dijo Susana cortés, lo más cortés que era ella en su trabajo, oseasé con cierta mala hostia.
-Pues a mi no me preguntes, que has sido tu la que no parabas de llamarme mientras en el baño estaba. Joder, ni cagar a gusto dejan a un pobre abogado… aunque lo tuyo es por asuntos mágicos.
O sí, aquél era el hombre, digo el abogado… un tipo tan galante como una botella de butano.
-Y ahora deja el trabajo, porque cuando se está en juicios de Bosques, no puedes trabajar.
-Ya, díselo a mi jefa…
-Nada he de decirle a esa vieja –dijo el abogado con algo de asco al verla-, porque como he dicho un juicio mágico y de bosques es, y las reglas son las reglas.
Aquel abogado a Susana explicó que aunque realmente no fuera al trabajo, mágicamente sí que estaría ella y su hija en sus respectivas vidas monótonas… pero que no se lo tomara como vacaciones, pues una vez acabado todo los recuerdos de lo ocurrido y cúmulo de cansancio les llegaría. Pero la verdad es que Susana como unas extrañas vacaciones se lo tomó. Y así, cuando a su apartamento llegaron, todo le contó.
-Joder con Ambrosio, así que eso es lo que quiere. Pues metiendo el su larga nariz sin duda no será nada fácil. Lo cierto es que esto no suele ocurrir, mis juicios son más bien protegiendo a animales del Bosque sean mágicos o no… pero si quiere meteros en todo esto, lo que planea no es nada bueno. Suerte habéis tenido que vuestra rata encontrara mi anuncio –la niña le rectificó diciéndole que era un hamster-, pero antes necesito un detective, alguien que me ayude a reunir pistas. Sé que puedo contar con la ayuda del Policía del Bosque… pero me limitará el meter las narices…
>> Decidme ¿Tenéis algún can?
-¿Qué es can? –preguntó María.
-Un perro cariño –le dijo su madre.
-Sí, si que tenemos, Dudi cuenta ¿no mamá?
-Sí, Dudi es nuestro perro, pero mágico no es... precisamente.
Y tenía mucha razón, Dudi era un gran perro, muy bueno, muy cariñoso, muy torpe e incluso holgazán si me apuráis. Y si tenía un hobby, ese era lamerse la entrepierna con ahínco y esmero.
-No importa, en cuanto firme el contrato que le ponga ante su hocico lo será. Y al ser un leal can a sus dueñas de seguro que un buen trabajo hará. Mañana el juicio comenzará y cosas he de preparar. Así que por eso mismo, mi amiga, la vieja Madame Araña algunas preguntas os hará.
-¡ARAÑAS! ¡¿Dónde?! –gritó Susana, porque cierto era que pavor a esas criaturas tenía.
Y la araña apareció, y que me parta un rayo si la pobre Susana ganas de aplastarla con su zapatilla no le dio, estando acongojada la pobre vieja Madame araña. Las preguntas extrañas eran, hablando de seres mágicos, pactos y cosas que lo único que provocó es que Susana y su hija dormidas se quedaran. Y con cariño, la vieja Madame Araña las tapó con una mantita y se marchó para entregar lo recopilado a su jefe el abogado.
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