En aquellos pueblos construidos cerca de los bosques, se hizo un pacto entre los hombres y lobos guardianes de natura. El pacto era sencillo: cada cuarenta y cinco años un joven de cualquier sexo debía ser entregado al Lobo Líder, y ese joven debía devorarlo para convertirse en el nuevo Lobo Líder. Pero a su vez, siendo uno de los guardianes… devoraría a la persona que amara para que así su alma nunca estuviera sola. Si este pacto no se cumplía, natura podía pedir el precio de vidas humanas hasta que se hubiese creído oportuno el castigo. Durante muchos años fue así… hasta que un día el Lobo Líder recién nombrado devoró un amor no correspondido. Su alma se corrompió, y la raza de los hombres olvidaron la tradición. Pero nunca olvidarían la cacería.
LOBO DEL BOSQUE
Era un día especial, pues un circo fue a visitar a los aldeanos de aquel lugar. Monos y payasos en bicicletas, elefantes y equilibristas, leones, forzudos, mujeres barbudas… y una pequeña niña que no hacía nada especial aparentemente, pero que usaba su voz como los ángeles. Tal vez fuese esa la razón por la que una pareja que no podían tener hijos se enamoraran de esa pequeña, y el circo se la cedió, un circo ambulante no era bueno para una niña huérfana. Así, el circo marchó y la niña quedó en el pueblo.
Cuando la niña se quedó en aquel poblado no habló, no solía reír, apenas jugaba con otros niños, siempre agarrada a un bonito colgante de cristal sucio y mal moldeado, dejándole una extraña forma. Cuando un día se le cayó al río, fue un jovenzuelo del lugar quien se lo buscó y devolvió. Desde aquel día, ambos irían siempre juntos en la calle, como un extraño complejo de hermandad. Sólo él consiguió arrancarle una sonrisa de vez en cuando. Pero los días felices iban a acabar en aquel poblado de alegre vida.
“¡Vienen los lobos! ¡Vienen los lobos!” gritaban esa noche de luna llena los habitantes de las aldeas que intentaban ocultarse en sus casas mientras criaturas negras de pelo erizado, de ojos verde zafiro que resplandecían como tintineantes estrellas, se apoderaban de las calles. Como cazadores experimentados se abalanzaban sobre las gentes del lugar, mientras tras ellos se abría paso el Gran Lobo Líder, aquél al que olvidaron por el paso del tiempo, de pelaje negro y robusto, enorme todo él, más de dos metros de altura. Mirando a la luna aulló estremeciendo la tierra y los corazones de las gentes ocultas. Haciendo chillar al propio bosque, un grito fantasmal de dolor y amargura.
En medio de esa calle oscura sólo iluminada por los rayos plateados de la hermosa luna, se encontraba el muchacho amigo de la joven del circo, que fue empujado por un adulto cuando todos intentaban ocultarse en sus casas. El Gran Lobo Líder se acercó a él despacio, dejando asomar sus colmillos. Fue cuando la joven del circo se interpuso, con la cabeza cabizbaja, triste. El Gran Lobo la olfateó y se relamió. Carcajeó con fuerza resonando por todo el pueblo aullando de nuevo. Y de un bocado engullo a la joven para luego huir al bosque en línea recta, destruyendo casas, provocando masacres. Y el resto de lobos le siguieron con algún cuerpo que les serviría de comida.
Allí se quedó atónito el muchacho, viendo como su amiga desaparecía en el interior de ese lobo, jurando que algún día se adentraría en el bosque para su caza. Y así fue, cuando cumplió los 23 años partió al bosque con perros y más cazadores, en la cacería que se recordaría por muchos años.
Más de dos años pasaron en los bosques, muchos cazadores volvían al poblado cansados, hastiados, agotados. Otros con heridas graves o perdida la cordura. Pero aquél muchacho, se convirtió en el lobo de los lobos. A pesar de que el bosque sufría y él lo sintiera, no paró por encontrar al Gran Lobo Líder y cumplir su juramento. Más de dos años en el bosque, un bosque vivo donde nadie se atrevía estar durante tanto tiempo, lleno de incógnitas, de seres oscuros más allá de lo razonable o lógica. Un bosque que guardaba el más bello de los tesoros.
Sería allí donde se topó con la Dama, bañándose en una pequeña charca de agua cristalina. El muchacho quedó embobado por su belleza.
-¡¿Quién sois?! ¡¿Qué hace una joya como vos en estos lugares de peligros, en lugares donde los hombres no tienen cabida?! –le dijo el joven a la Dama.
-¿Me salvareis buen hombre? Soy una prisionera del Gran Lobo, guardián de los bosques. Si lográis acabar con su vida, seré libre, y estaré con vos –le dijo ella con una suave sonrisa, con una dulce voz que conquistó a aquél cazador todo instinto de lujuria que nunca antes había sentido.
-Sin dudarlo bella dama, ¿qué hombre no lo haría? –dijo precipitado, deseoso de tomarla y dubitativo por si eso era correcto.
-Un hombre cuerdo mi enamoradizo señor –dijo sombría-. Pues matar al Gran Lobo puede significar o la muerte del bosque o la muerte de vuestra raza. ¿No lo sabíais? Es parte del pacto, un pacto que se hizo hace miles de años antes de que los abuelos de sus tatarabuelos hubieran siquiera nacido.
-No creo en cuentos.
-Eso mismo decían hasta que aparecieron ¿verdad? –y le dio un pequeño beso en la comisura de sus labios, agarrando con dulzura aquella cara desaliñada cubierta de espesa barba-. Id al norte, allí estará… pero tan sólo habrá una forma de salvarme mi enamoradizo señor –y le entregó una bolsita de piel-. Antes de comenzar la gran cacería, mire lo que hay en su interior y decida su destino -y la Dama se fue, dejando allí al joven que decidió hacer caso de los deseos de la belleza que habitaba en aquellos bosques, no sin dudas de lo que hubiera pasado si la hubiera tomado y deseado.
Al norte, allí estaba el Gran Lobo, pero al muchacho se le olvidó mirar aquel saquito y atacó sin miramientos con los pocos hombres que aún le seguían. Las escopetas sonaban como truenos que retumbaban entre cada rama, cada tronco y cada hoja de los árboles. Los rugidos de las bestias desgarraban el ambiente. Pero aún más sus fauces y garras que destrozaban la carne humana como si sólo fueran trapos, jirones de simple trapo. El Gran Lobo incluso era capaz de no sentir dolor alguno por las balas, ni siquiera eran capaces de atravesar la tupida capa de pelo. Por eso el joven metió su brazo en la boca del Gran Lobo el cual mordió con fuerza, a punto de dejarle sin miembro. Pero en su mano llevaba la escopeta cargada, liberando un trueno de pólvora y fuego que le destrozó todo su interior.
Litros de sangre salían de la bestia que sólo podía carcajear. Cuando el joven se creía victorioso… hasta que vio a la Dama tras la bestia, sangrando por boca, ojos, nariz y oídos, cayendo desplomada al suelo manteniendo su leve y bonita sonrisa.
-No lo mirasteis ¿verdad mi viejo amigo, mi amado de la infancia? –decía acariciando el rostro del joven cazador que la sostenía entre sus brazos como podía, recordando aquel saquito. Que dolor sintió en su pecho al mirar lo que contenía, que dolor debió provocarle para que sus ojos se inundaran en lágrimas. Era el colgante de cristal de la muchacha del circo, de la Dama, de su amiga, se su amante, de aquella mujer que tanto deseaba.
-Jajajajaja… -carcajeó el Gran Lobo aún con aliento de vida, ahogándolas en su propia sangre-. Ahora, aquella por la que comenzaste nuestra aniquilación, morirá por tu culpa, pues su alma me pertenece… si muero, ella muere… si muero, el bosque perece –decía con una voz que retumbaba sin apenas mover la boca, mientras todo su alredor comenzaba a tornarse de un color otoñal. No, no era la estación, poco a poco la vida del bosque se consumía, y se sentía en el llantar que surgía de su interior, se sentía por los animales que huían despavoridos para huir de la muerte.
El joven cazador cogió una daga, posando con cuidado el cuerpo aún moribundo de su amiga, de su amada, y se dirigió al Gran Lobo con palabras redundantes y seguras:
-Un Lobo líder devorado por un ser humano…
Se acercó y le clavó la daga como pudo, desgarrando mientras pegaba como loco bocados a su carne, masticando, engullendo... Sus compañeros no soportaron dantesco espectáculo de terror, de locura y sangre, el joven cazador parecía haber sido dominado por la demencia absoluta que sólo podía imperar en las oscuras y profundas grietas de Madre. Más loco pareció, cuando una vez medio devorado al Gran Lobo ya inerte, se acercó a su amada:
-… y luego, el nuevo líder, devorará a su amada.
Y acercó su boca a su carne. Desgarró, masticó y engulló. Y cuando se la comió aulló y el bosque le contestó con un extraño sonido, el danzar de los árboles… y los aullidos de los lobos que daban la bienvenida a su nuevo líder.
Un pacto, entre natura y los hombres. Sanguinario, terrible, puede que insoportable. Pero así es como dictan las normas de natura. Se escucha de aquellos que se atreven a cruzar los bosques que se topan con un enorme lobo blanco, a veces acompañado de una hermosa dama. Nunca más se necesitó a un nuevo líder, o tal vez sí y no esté en nuestro conocimiento. O tal vez, la gran diferencia, es que su amor fue de verdad… Eso es algo que no me toca a mí dictarlo. Pero cuidado con los pactos realizados con natura, pues ella es la que nos deja vivir, y no al contrario.
Cuando la niña se quedó en aquel poblado no habló, no solía reír, apenas jugaba con otros niños, siempre agarrada a un bonito colgante de cristal sucio y mal moldeado, dejándole una extraña forma. Cuando un día se le cayó al río, fue un jovenzuelo del lugar quien se lo buscó y devolvió. Desde aquel día, ambos irían siempre juntos en la calle, como un extraño complejo de hermandad. Sólo él consiguió arrancarle una sonrisa de vez en cuando. Pero los días felices iban a acabar en aquel poblado de alegre vida.
“¡Vienen los lobos! ¡Vienen los lobos!” gritaban esa noche de luna llena los habitantes de las aldeas que intentaban ocultarse en sus casas mientras criaturas negras de pelo erizado, de ojos verde zafiro que resplandecían como tintineantes estrellas, se apoderaban de las calles. Como cazadores experimentados se abalanzaban sobre las gentes del lugar, mientras tras ellos se abría paso el Gran Lobo Líder, aquél al que olvidaron por el paso del tiempo, de pelaje negro y robusto, enorme todo él, más de dos metros de altura. Mirando a la luna aulló estremeciendo la tierra y los corazones de las gentes ocultas. Haciendo chillar al propio bosque, un grito fantasmal de dolor y amargura.
En medio de esa calle oscura sólo iluminada por los rayos plateados de la hermosa luna, se encontraba el muchacho amigo de la joven del circo, que fue empujado por un adulto cuando todos intentaban ocultarse en sus casas. El Gran Lobo Líder se acercó a él despacio, dejando asomar sus colmillos. Fue cuando la joven del circo se interpuso, con la cabeza cabizbaja, triste. El Gran Lobo la olfateó y se relamió. Carcajeó con fuerza resonando por todo el pueblo aullando de nuevo. Y de un bocado engullo a la joven para luego huir al bosque en línea recta, destruyendo casas, provocando masacres. Y el resto de lobos le siguieron con algún cuerpo que les serviría de comida.
Allí se quedó atónito el muchacho, viendo como su amiga desaparecía en el interior de ese lobo, jurando que algún día se adentraría en el bosque para su caza. Y así fue, cuando cumplió los 23 años partió al bosque con perros y más cazadores, en la cacería que se recordaría por muchos años.
Más de dos años pasaron en los bosques, muchos cazadores volvían al poblado cansados, hastiados, agotados. Otros con heridas graves o perdida la cordura. Pero aquél muchacho, se convirtió en el lobo de los lobos. A pesar de que el bosque sufría y él lo sintiera, no paró por encontrar al Gran Lobo Líder y cumplir su juramento. Más de dos años en el bosque, un bosque vivo donde nadie se atrevía estar durante tanto tiempo, lleno de incógnitas, de seres oscuros más allá de lo razonable o lógica. Un bosque que guardaba el más bello de los tesoros.
Sería allí donde se topó con la Dama, bañándose en una pequeña charca de agua cristalina. El muchacho quedó embobado por su belleza.
-¡¿Quién sois?! ¡¿Qué hace una joya como vos en estos lugares de peligros, en lugares donde los hombres no tienen cabida?! –le dijo el joven a la Dama.
-¿Me salvareis buen hombre? Soy una prisionera del Gran Lobo, guardián de los bosques. Si lográis acabar con su vida, seré libre, y estaré con vos –le dijo ella con una suave sonrisa, con una dulce voz que conquistó a aquél cazador todo instinto de lujuria que nunca antes había sentido.
-Sin dudarlo bella dama, ¿qué hombre no lo haría? –dijo precipitado, deseoso de tomarla y dubitativo por si eso era correcto.
-Un hombre cuerdo mi enamoradizo señor –dijo sombría-. Pues matar al Gran Lobo puede significar o la muerte del bosque o la muerte de vuestra raza. ¿No lo sabíais? Es parte del pacto, un pacto que se hizo hace miles de años antes de que los abuelos de sus tatarabuelos hubieran siquiera nacido.
-No creo en cuentos.
-Eso mismo decían hasta que aparecieron ¿verdad? –y le dio un pequeño beso en la comisura de sus labios, agarrando con dulzura aquella cara desaliñada cubierta de espesa barba-. Id al norte, allí estará… pero tan sólo habrá una forma de salvarme mi enamoradizo señor –y le entregó una bolsita de piel-. Antes de comenzar la gran cacería, mire lo que hay en su interior y decida su destino -y la Dama se fue, dejando allí al joven que decidió hacer caso de los deseos de la belleza que habitaba en aquellos bosques, no sin dudas de lo que hubiera pasado si la hubiera tomado y deseado.
Al norte, allí estaba el Gran Lobo, pero al muchacho se le olvidó mirar aquel saquito y atacó sin miramientos con los pocos hombres que aún le seguían. Las escopetas sonaban como truenos que retumbaban entre cada rama, cada tronco y cada hoja de los árboles. Los rugidos de las bestias desgarraban el ambiente. Pero aún más sus fauces y garras que destrozaban la carne humana como si sólo fueran trapos, jirones de simple trapo. El Gran Lobo incluso era capaz de no sentir dolor alguno por las balas, ni siquiera eran capaces de atravesar la tupida capa de pelo. Por eso el joven metió su brazo en la boca del Gran Lobo el cual mordió con fuerza, a punto de dejarle sin miembro. Pero en su mano llevaba la escopeta cargada, liberando un trueno de pólvora y fuego que le destrozó todo su interior.
Litros de sangre salían de la bestia que sólo podía carcajear. Cuando el joven se creía victorioso… hasta que vio a la Dama tras la bestia, sangrando por boca, ojos, nariz y oídos, cayendo desplomada al suelo manteniendo su leve y bonita sonrisa.
-No lo mirasteis ¿verdad mi viejo amigo, mi amado de la infancia? –decía acariciando el rostro del joven cazador que la sostenía entre sus brazos como podía, recordando aquel saquito. Que dolor sintió en su pecho al mirar lo que contenía, que dolor debió provocarle para que sus ojos se inundaran en lágrimas. Era el colgante de cristal de la muchacha del circo, de la Dama, de su amiga, se su amante, de aquella mujer que tanto deseaba.
-Jajajajaja… -carcajeó el Gran Lobo aún con aliento de vida, ahogándolas en su propia sangre-. Ahora, aquella por la que comenzaste nuestra aniquilación, morirá por tu culpa, pues su alma me pertenece… si muero, ella muere… si muero, el bosque perece –decía con una voz que retumbaba sin apenas mover la boca, mientras todo su alredor comenzaba a tornarse de un color otoñal. No, no era la estación, poco a poco la vida del bosque se consumía, y se sentía en el llantar que surgía de su interior, se sentía por los animales que huían despavoridos para huir de la muerte.
El joven cazador cogió una daga, posando con cuidado el cuerpo aún moribundo de su amiga, de su amada, y se dirigió al Gran Lobo con palabras redundantes y seguras:
-Un Lobo líder devorado por un ser humano…
Se acercó y le clavó la daga como pudo, desgarrando mientras pegaba como loco bocados a su carne, masticando, engullendo... Sus compañeros no soportaron dantesco espectáculo de terror, de locura y sangre, el joven cazador parecía haber sido dominado por la demencia absoluta que sólo podía imperar en las oscuras y profundas grietas de Madre. Más loco pareció, cuando una vez medio devorado al Gran Lobo ya inerte, se acercó a su amada:
-… y luego, el nuevo líder, devorará a su amada.
Y acercó su boca a su carne. Desgarró, masticó y engulló. Y cuando se la comió aulló y el bosque le contestó con un extraño sonido, el danzar de los árboles… y los aullidos de los lobos que daban la bienvenida a su nuevo líder.
Un pacto, entre natura y los hombres. Sanguinario, terrible, puede que insoportable. Pero así es como dictan las normas de natura. Se escucha de aquellos que se atreven a cruzar los bosques que se topan con un enorme lobo blanco, a veces acompañado de una hermosa dama. Nunca más se necesitó a un nuevo líder, o tal vez sí y no esté en nuestro conocimiento. O tal vez, la gran diferencia, es que su amor fue de verdad… Eso es algo que no me toca a mí dictarlo. Pero cuidado con los pactos realizados con natura, pues ella es la que nos deja vivir, y no al contrario.
Interesante, muy buena redacción...¡¡pero cuidado!! Hay un señor con anteojos (dice llamarse Spielberg) que desea devorarte para no tener que pagar derechos...déjate comer Lax, piensa que luego veré tu cuento adaptado a la pantalkla grande :D
ResponderEliminarNos hablamos campeón